viernes, marzo 05, 2010

El primer regalo

Anoche no sabía qué ponerles a mis amigos cuando me enteré de que iban a ser padres. Conozco a la pareja desde sus inicios, los vi avanzar en la vida, progresar y ahora les llegó el turno de afianzar la pequeña familia que ya constituían los dos. A veces las palabras sobran y a veces no se puede encontrar las correctas, por eso anoche, antes de dormir, imaginé este intento de cuento cortísimo que va en honor de Andrea y Cris y del fruto de su amor próximo a venir. Se llama "El primer regalo" y espero que les guste y que haya podido captar aunque sea un poquito de la magia del milagro de ser padres.


No sabía lo que quería, pero quería algo. Desde que escuchara esa frase ayer a la tarde, al llegar a su casa desde el trabajo, sabía que lo quería. Fueron dos palabras nada más pero que le movieron la estantería como pocas veces, como casi nunca antes de conocer a quien las decía. Iba a ser padre. Dentro de ella estaba gestándose un hijo suyo. Y ese hijo, por supuesto, merecía un regalo.

Por eso se metió en la juguetería más grande que recordara cerca del trabajo en busca de ese regalo, el primero, antes que nadie siquiera supiera de la existencia del destinatario. Entró y recorría con la mirada uno y otro sector del local en busca de eso que fuera justo lo que andaba buscando. Los primeros en aparecer eran los juguetes para varones y se vio corriendo detrás de una pelota o esquivando pelotitas de colores disparadas de una pistola aparatosamente grande o siendo "el malo" en una pelea de muñecos forzudos en la que, indefectiblemente, debía perder. O quizá viendo volar por la casa a un Superman con una capa que iba lustrando el piso a su paso o armando un castillo de ladrillos plásticos para proteger a unos Playmovils del ataque de un Tiranosaurus Rex.

Hasta que todos los verdes, azules y rojos que dominaban la escena fueron cambiados por un sólo color y todo se tiñó de rosa: Ahí estaban los juegos de té en los que se imaginaba sentado en una silla diminuta, la franquicia de muñecas con B que amenazaba con invadir su mundo de manera permanente o los trajes de princesas de cuentos que vería desfilar por el comedor, puede que hasta con una de esas alitas brillantes de hadas y una coronita al tono. Se fue imaginando todo eso en menos de 4 metros hasta que se dió cuenta que para eso faltaba y mucho. Una lástima.

Así que siguió avanzando y se encontró con que el piso era más blando y el rosa trocó en tonos pastel de colores primarios, estaba en la sala de 0 a 5. Frente a sus ojos desfilaban sonajeron de diferentes tamaños, formas y texturas, algo que llamaban "móviles", "gimnasio para bebés" (Se imaginó un bebito haciendo pesas y no pudo ocultar una sonrisa) y miles de cosas con luces y sonidos que se le antojaron demasiado. En un rincón de ese ala, al lado de las bicicletas ("No voy a comprarle una bicicleta ahora! Y un triciclo? Y esas cosas que usan para andar? " Desechó todas las ideas) estaba el asiento para el coche. La imágen de ver por el retrovisor para el asiento trasero del auto y visualizar a un bebé chuponeando la correa de seguridad le hizo sentirse no viejo, pero sí más maduro. Era un buen regalo, una bienvenida a la familia, pero no sería lo mismo. Con el cochecito igual, aunque sabía que esa era una desición que iba a tomar bajo la atenta mirada de la madre, así que ni se gastó.

Entonces, mientras miraba para todos lados sin mirar, visualizó en su mente el regalo perfecto. Se llamaba estúpido por haberlo ignorado en primer lugar, pero ahora estaba seguro que lo quería. En su mente se dibujaba, en un tamaño diminuto por lo menos con respecto a lo que estaba acostumbrado, ondulando en el viento como una bandera, la camiseta de Boca. Y en los metros que lo separaban desde el final de la juguetería hacia la entrada se vió abrazándolo con la camiseta, viendo un partido en la cancha, contándole cómo se le paró el corazón hasta que entró el frentazo de Samuel contra Cruz Azul en la Libertadores, como lagrimeaba con Palermo en una gamba metiendo el tercero contra River. Era un regalo para siempre. Era una unión para toda la vida. Era compartir una pasión que los uniría eternamente. Por fin entendía la frase de Los Cadillacs "Ya no me quedo nunca más solo".

Y alcanzando la salida, siente un "Señor!" a sus espaldas. Se gira y un muchacho de veintiprimeros con una chomba roja y gorrita al tono se le acerca y le dice "Señor, desea algo en especial?"
_Si,_Dijo con los ojos brillando como nunca_ que nazca ya!