jueves, julio 23, 2009

Abrir el baúl

Esto de recibirse, de terminar una etapa, lo hizo, paradójicamente, volver a sus inicios. Volvió a la casa de sus padres, a su pieza de soltero, a sus recuerdos empolvados. La excusa era el bendito analítico de la secundaria, uno de los últimos vestigios del alumno ejemplar. Mientras, su esposa se adentraba en el mundo del Facebook buscando gente, el revolvía recuerdos, desempolvaba fotos, desandaba el camino recorrido.

Sobre un estante, acumulando polvo, estaba tirada, como olvidada casi, la libreta del CBC. Lo más alto era un Ciencias Políticas con 9. Lo más bajo, ranqueando con otras de igual magnitud, Derecho con 4. Esbozó una sonrisa y se preguntó por qué no le hizo caso a las señales a tiempo. Siguió buscando y aparecieron las fotos, las benditas fotos, la gente a la que hace demasiado tiempo siquiera cruza.

Apareció el compañero de banco casi eterno de toda la primaria, aquel con quien se cruzó en la facultad un año y al que le volvió a perder el rastro, culpa en parte del desorden con que lleva su vida, culpa de la manía por no anotar los teléfonos a tiempo. Con él aparecieron los demás, aferrándose al que abrió la puerta, en una catarata de recuerdos abrumadores.Las pistas dibujadas en el patio, los torneos de futbol debajo de un tinglado abrasador, el salón de actos que lo vio hacer tantas payasadas, la primera vez que le cruzaron la banda y le pusieron la el mástil y la bandera en las manos...Ah, el analítico no aparecía.

Sentía los gritos desde el comedor de su señora que le recriminaba, como otras tantas veces, por no guardar las cosas de valor como corresponde. "Con esta gente me pasó lo mismo" se dijo para sí, mientras le sacaba las telarañas a un robot para armar, fiel reflejo de la paciencia que tuviera otrora y que hoy casi que ni le queda. Buscó en otro estante y aparecieron otras imágenes conocidas de unas mañanas de frío esperando el bondi a las 7:15 en la parada de casa, para viajar con quien ahora duerme, para ir a la secundaria. El cuadro del Cerro Catedral lo miraba expectante desde la otra punta de la pieza y sentía que ese otro yo con 10 años menos lo miraba casi con despecho, aún debajo de los lentes de sol.

Empezó a desfilar por las caras, caras tan familiares entonces y ahora, de algunas, estaba convencido que no podría reconocer. Estaban los que todavía siguen estando y estaban otros a los que incluso desde esa época no veía, algunos por peleas que incluso no recordaba ni el origen y que ahora, con el tiempo, se le antojaban boludas, otro adjetivo no le cuadraba. Y también aparecieron ellos, disfrazados de limonero, de micrófono para actos, de equipo de handball, los partidos de truco o de ajedrez en los recreos, los recuerdos se emperraban en removerme la cabeza como una mezcladora industrial. "El Instituto Lomas, Mi secundaria...Mi analítico!" Ahí estaba, con una capa de mugre simil a la de una ruina abandonada. Lo abrió y las materias fueron formando caras, momentos, frases que estaban aletargadas en la memoria y que se desperezaban apelando a la sonrisa.

Volví al comedor y mientras su mujer se encargaba de asegurarme que ahora sí eso no se iba a perder porque ella lo iba a cuidar (Si hay alguien en quien confía lo más valioso es en ella, incluído su corazón cursi), el se conectaba al Facebook y por casualidad descubría que uno de aquellos antiguos amigos, ahora en las lejanas tierras del Norte, había cumplido años. Lo saludó con un escueto mensaje que no le hacía honor al abrazo que le hubiera querido dar. Luego, apagó la máquina y se fue de su casa de soltero, de estudiante, de adolescente. Se llevaba consigo ese viejo robot para armar, para devolverlo a sus tiempos de gloria.

Y hoy, mientras se apiñaba en el Roca se acordaba de la primaria, de la secundaria, de todos los que alguna vez ayudaron a que sea lo que hoy es, aunque muchos ni siquiera lo puedan recordar. Buscó un nombre, el de su amigo de la primaria y ese simple nombre le abrió un abanico de nombres viejos pero de caras nuevas. Era hora de sacarle el polvo a los recuerdos. Era hora de tratar de rearmar ese album de fotos con los amigos de la vida.

1 comentario:

Lucas Costa dijo...

y bueno, nos damos cuenta de que el tiempo pasa cuando descubrimos la nostalgía... saludos huguito.
www.malditocerrado.blogspot.com